Yemen en Michoacán a través del café
¿Sabías que el café michoacano, que se caracteriza por gran sabor y calidad, tiene herencia yemení?
La relación del café yemení y México se remonta siglos atrás, la cual no hubiera sido posible sin la intervención de un personaje: el general José Mariano de Michelena, quien fue presidente interino de nuestro país de 1822 a 1824, entre el primer Imperio y la primera República.
Años antes de ocupar este cargo, Michelena tuvo que abandonar tierras mexicanas en 1809, porque se descubrió la conspiración de Valladolid, de la que formaba parte. Durante su exilio visitó Europa y la península arábiga, particularmente Yemen, de donde trajo algunos granos de café.
Al regresar a su casa, en la capital michoacana, sembró las semillas en su jardín y cuando las plantas crecieron fueron llevadas a su hacienda La Parota, en valle de Urecho, localizada en los límites de Taretan y Uruapan, alrededor de 1840. El buen clima y la humedad de la región favorecieron su crecimiento y el suelo del lugar, formado por tierra volcánica, rico en minerales y nutrientes, le aportó un sabor excepcional.
Después de algunos años de cultivo, la zona se convirtió en la región cafetalera más importante del estado y del país. Durante la década de los 70 del siglo XIX comenzó su distribución internacional, obteniendo varios premios en exposiciones de Nueva Orleans, Chicago, Filadelfia y París, principalmente, consolidando su posición entre los mejores cafés del mundo.
Varios factores ocasionaron que disminuyera la producción del café en Michoacán, una de ellas fue la expansión de la plaga de pulgón en el estado, ocurrida en 1898; además, muchos productores comenzaron a sembrar aguacate, que crece mucho más rápido que el café, no necesita tantos cuidados y tiene mayor rendimiento.
Actualmente, aunque las condiciones no son las óptimas, los cafetaleros michoacanos siguen apostando por este producto, rico en tradición, cultura, historia y herencia.
Muchos de ellos lo siembran a la sombra de los aguacates, su traspatio o jardín, y lo secan a la manera antigua, a través del proceso natural, es decir, dejan que las cerezas se deshidraten al sol.
Los productores van juntando las cerezas, por lo que en una misma cosecha se pueden encontrar algunas a las que les falta madurez y otras que, por el contrario, se han excedido, por lo que muchas veces la producción se tiene que vender muy barato y termina en el mercado de los solubles. Por ello, lograr café de especialidad se convierte en un gran desafío.
Debido a estas condiciones, así como a la falta de infraestructura y logística, hoy en día en Michoacán existen muy pocas variedades, siendo las principales Bourbon, Típica y Caturra.
Pese a las condiciones y el paso del tiempo, el material genético del café de Yemén no se ha perdido. Javier Jiménez, productor michoacano, cuyo café se puede saborear en las barras de Almanegra Café, proviene de una familia aguacatera, pero ya tiene algunos años dedicándose también al café.
En Almanegra se rinde culto al café y se respeta el proceso de extracción del grano para elaborar la infusión ideal. Su nombre tiene origen en la evocación de la inmaterialidad del alma humana y es una analogía con la extracción de la esencia de ésta al infusionar granos molidos para extraer el alma negra del café. La construcción semiótica de Almanegra es resultado del sincretismo de los símbolos alquímicos y masones en remembranza al rito, la ceremonia, al culto, a la búsqueda de la sabiduría, pureza y verdad.