El corazón de México se encuentra triste ante la muerte de Cristina Pacheco

– Recuerdos de una tarde por Coyoacán, guiadas por la pluma y voz de Cristina Pacheco, en humilde homenaje para que la crónica viva.

Cristina Pacheco

En la bulliciosa Ciudad de México, donde las historias se entrelazan como los hilos de un tapiz colorido, emerge la figura icónica de Cristina Pacheco, la narradora incansable de las vidas que laten en los rincones más inesperados de la metrópoli.

Era una tarde soleada cuando me adentré en el Barrio de Coyoacán, donde los adoquines resonaban con los ecos del pasado y las sombras de los árboles danzaban con la brisa. En un pequeño café, con el aroma a café recién molido flotando en el aire, me encontré con la mujer de las historias interminables.

Cristina Pacheco, con su cabello rojizo, su mirada profunda y siempre sonriente, parecía llevar consigo los secretos de la ciudad. Sentada en una esquina discreta, frente a una taza humeante, comenzó a desentrañar los relatos que se esconden en cada callejón y en cada rostro anónimo.

Con su pluma y cuaderno en mano, Pacheco recordó sus días de juventud, cuando las calles vibraban con la música de mariachis y las plazas se llenaban de parejas bailando. Sus ojos brillaban con nostalgia mientras relataba cómo la ciudad había cambiado a lo largo de los años, pero también cómo había mantenido su esencia única.

«La Ciudad de México es como un libro gigante», expresó con pasión, «cada calle, cada edificio, tiene una historia que contar». Mientras hablaba, sus palabras fluían como un río de anécdotas, arrastrando consigo la diversidad y su riqueza cultural que la define.

Pacheco no solo fue una cronista de la historia urbana, sino también una defensora apasionada de las voces marginadas. Con su programa de televisión, “Aquí nos tocó vivir” dio visibilidad a aquellos cuyas historias se pierden en la vida cotidiana. Ya sea el vendedor de flores en la esquina o el anciano que guarda los recuerdos de antaño.

Al terminar nuestra charla, caminamos juntas por las calles empedradas, donde las luces de los faroles se encendían como luciérnagas nocturnas. Cristina Pacheco, la guardiana de las narrativas urbanas, continuó su travesía, lista para capturar los susurros de la ciudad y transformarlos en crónicas.

Así, hoy el corazón de la Ciudad de México se encuentra triste ante la muerte de Cristina Pacheco quien seguramente seguirá tejiendo las historias de la urbe,

Hasta pronto Cristina Pacheco y aquí nos tocó vivir.

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